Por esas cosas maravillosas que tiene la vida, nos invitaron a participar de una actividad a bordo del Costa Fascinosa, uno de los barcos más lindos y elegantes que la empresa italiana Costa Cruceros tiene entre su flota. El itinerario incluía una recorrida por el interior de la nave, unos aperitivos en la popa y una cena en el Ristorante Otto e Mezzo, ubicado en el puente 3. Obviamente RSVPeamos que sí. ¿Cómo perdernos la oportunidad de subir a un crucero, nosotros que nunca antes lo habíamos hecho?
La cita era a las 18 hs. en la mesa de informes de la Terminal de Cruceros Quinquela Martín. Una vez que todo el grupo estuvo listo (periodistas, bloggers y otros invitados, entre ellos el chef Donato De Santis), nos subimos a un colectivo rojo que nos llevó hasta la dársena por donde se accedía al crucero. Un señor con gorra de teniente y que no hablaba nada de español nos entregó una credencial de acceso (Daily Visitor Pass) que nos transformó en visitantes. Acto seguido, pudimos entrar.
Fue Patricio Arturi, ejecutivo de cuentas de Costa Cruceros, el encargado de darnos la bienvenida y de contarnos algunas de las particularidades del barquito: el nombre, Fascinosa, significa fascinante y fue elegido a través de un concurso (Send us a sea of names), entre las 16.000 propuestas que recibieron de sus clientes alrededor del mundo. Tiene casi 300 metros de largo y 14 pisos de alto, y pesa unas 113 mil toneladas (poquito). Tiene la capacidad de recibir hasta 3.800 pasajeros en sus 1.500 camarotes, algunos incluso hasta con balcón privado. Su principal flujo de turistas proviene de Brasil, aunque durante su amarre en nuestro puerto se esperaban sumar unos cuantos cientos de argentinos con destino a las costas uruguayas y brasileñas.
Durante el tour, nos movimos en bandada de un lugar a otro -los bares, las islas de comida, el casino- probando una pequeña porción de la experiencia crucero. Como parte de la ambientación, en algunas paredes había pósters con escenas de películas hollywoodenses en blanco y negro, mientras que en los descansos de las escaleras vimos unas ilustraciones en colores pastel con lo que parecían ser escenas de cuentos con personajes maravillosos, como señoras victorianas estilo María Antonieta que vestían polleras con formato de cupcake, o con la cabeza de una gallina en lugar de la propia. Todo bieeen kitsch como me gusta a mí, y seguramente por eso me llamaron tanto la atención.
Conocimos uno de sus dos (gigantescos) teatros, el Bel Ami, de 3 pisos de alto. No pudimos visitar el cine, pero nos dijeron que hay uno 4D. También hay unos simuladores (ítem bastante noventoso, si nos permiten el comentario) y una discoteca para mover el esqueleto. Completan el combo divertimento cuatro piletas, cinco jacuzzis, un spa y un mega gimnasio, porque en algún lado hay que poder mitigar la culpa después de todo lo que uno come en un viaje así. Ah, y en el piso más alto del barco hay un tobogán de agua con vista panorámica. Ah! y hay un centro comercial. Y seguro que muchas más cosas que ya me olvidé, justamente porque eran muchas.
Si en su caso, como el nuestro, se preguntan si el crucero es un lugar críos-friendly, la respuesta es que si: tienen dos espacios temáticos adaptados por edad: el Squok Club para los peques de entre 3 y 11, y el Teen Club para los adolescentes de 12 a 17 años. Nada garantiza que los niños se enganchen, pero está bueno -al menos- saber que tenemos opciones.
Alrededor de las 20 hs. la fiesta se movió hacia la cubierta 9, al borde de la pileta que está en la popa. Allí disfrutamos de unos snacks y de un número ilimitado de aperitivos que no paraban de salir desde la barra, cortesía de la gente de Aperol Spritz. Ahí conocimos a Ermanno Cima Vivarelli, Director de Alimentos y Bebidas de Costa Cruceros, y a Gennaro Balzano, el joven Chef Ejecutivo a cargo de la cocina principal del barco. Entre los datos de color que compartieron con nosotros y que más nos llamaron la atención están los 350 kilos de carne, los 200 kilos de pescado y 150 kilos de cada tipo de pasta que cocinan por día para alimentar a todos los pasajeros, y que se traduce en unos aproximados 35,000 platos de comida. En cuanto al origen de los ingredientes con los que trabajan, el 80% lo traen desde Italia. La fruta la compran mayormente en Brasil y la carne, obviamente, en Argentina.
Por día se cocinan 350 kilos de carne, 200 kilos de pescado y 150 kilos de cada tipo de pasta para alimentar a todos los pasajeros del crucero, que sería el equivalente a unos 35,000 platos de comida.
Algo que nos generó especial curiosidad preguntarles fue si aprovechan su paso por tantas ciudades diferentes a lo largo del año para comprar algún producto especial que luego incorporen en sus preparaciones. “Sólo si tenemos un contrato pre establecido con algún productor local al que Costa Cruceros haya inspeccionado previamente, ya que no podemos adquirir mercadería que no esté debidamente certificada por los inspectores de nuestra empresa”, nos aclaraba Ermanno. “Y cuando lo hacemos, habitualmente se trata de productos frescos como fruta y carne. En el caso de los pescados sólo los compramos congelados, ya que cuando están frescos es mucho más difícil garantizar su inocuidad acorde a los estándares de la APPCC (Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control) que nuestros inspectores utilizan con toda la materia prima que se adquiere para usar en la cocina de nuestras naves”.
La cena en el Ristorante Otto e Mezzo
Una vez finalizado el cocktail, nos fuimos derechiiito derechito al Ristorante Otto e Mezzo, en donde nos recibió un ejército de mozos sonrientes. Es notorio el grado de sincronización que maneja esta gente porque todos los pasos del menú, desde la entrada hasta el postre, llegaron al mismo tiempo para todos. Impecable.
Ya en la mesa, no estuvimos solos: nuestras compañeras de banco fueron Juliana Alonso (horneAndoalgo), Paula Montenegro (Cocina Central y Vintage Kitchen Notes) y Judith Rychter (Cocinabella), todas ellas colegas bloggers con quienes intercambiamos anécdotas de viajes, recetas y recomendaciones de libros de cocina en una velada más que entretenida.
Volviendo a la comida, el espíritu de los platos era bien italiano, algo que queda claro ya desde la primera hoja de la carta, donde hacen una breve descripción de la tierra de Lacio:
Lacio es una tierra rica, fruto de siglos de historia, a la que llegaron los barcos de Eneas, héroe de la Guerra de Troya. Fue allí donde Rómulo y Remo, dos de sus descendientes, trazaron el legendario surco cuadrado desde el cual creció la urbe romana y desde donde los legionarios partieron a conquistar el mundo.
Por cada uno de los pasos, teníamos entre tres y cuatro opciones para elegir. Arrancamos con los Antipasti, una Mozzarella frita servida con jamón crocante y salsa romanesco, y una Ensalada de gambas y mango. Acompañamos las entraditas con una Selezione di Formaggi (selección de quesos), en este caso unos cubitos de Montasio, Taleggio y Caciotta sobre unas rodajas de pan de nueces y pasas de uva. Para el Primi Piatti, elegimos una Sopa crema de espárragos y unos Rigatoni con salsa Amatriciana. Entre otras cosas, esa noche aprendimos que la amatriciana solía llamarse “salsa Gricia” en honor a Grisciano, una aldea ubicada a pocos kilómetros de Amatrice. Pasamos al Secondi Piatti, una Tilapia con crema de calabaza, setas salteadas y calamares, y una Carne de buey asada a baja temperatura, servida con papas fundidas y verduras asadas. Respiro hondo de por medio, llegó la hora del Dolci: una Torta San Honorato rellena de vainilla y chocolate, y una Tarta de manzana con miel. Toda una secuencia digna de un fiestón de quince!
Hasta el momento en que subimos por unas horas al Costa Fascinosa, nunca antes habíamos considerado vivir una “experiencia crucero”. Y si bien seguimos sosteniendo que todavía no es el momento para hacerlo, confesamos que un poco nos picó el bichito de la curiosidad sobre cómo sería viajar combinando diferentes destinos a bordo de una ciudad flotante con todo incluido. Habrá que probar…
¿Y ustedes? ¿Algún valiente que quiera compartir sus historias de crucero?
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