Llegamos a la Stazione di Venezia Santa Lucia cerca del mediodía, acompañados por un sol desvergonzado y agobiante.
Al contrario de lo que nos habían contado, Venecia huele a salsa para pizza, y sus callecitas nos recordaron bastante a Laberinto, orientándonos de un lado a otro con flechas dibujadas en el piso y en las paredes. Como Ale se ubicó bastante rápido con el mapa que nos entregaron en la recepción de nuestro Hotel, enseguidita nos adentramos en el corazón de estas 118 pequeñas islas en busca de un lugar donde almorzar rico y liviano.
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