Food is a consuming passion in Cajún country, where people live to eat, and not the reverse. It provides gregarious folks a welcome excuse to gather and thus is an important part of the glue that holds the society together.
Stir the Pot: The History of Cajún Cuisine
Queríamos conocer NOLA desde que sabemos de su existencia, pero nos resultaba difícil compatibilizar nuestra dinámica familiar con su ciclo de vida, entre after office y nocturno. Imaginen nuestra felicidad cuando, con motivo de su primer año de vida y al grito de “gordos por todos lados”, decidieron extender -por tiempo limitado- su horario habitual, ofreciendo platos típicos de N’awlins y pintas de Bröeders Artesanal desde las 13 hs. Now that’s what I call music!
Para los que nunca fueron, el tema es así: llegan y se van derechito para el fondo del recinto, levantan un poco la cabeza y miran con atención la gran pizarra que hace las veces de menú. Una vez que saben exactamente lo que van a comer, hacen el pedido ahí mismo en la barra (¡qué mozo ni ocho cuartos!). Lo que sea que tomen (una pinta de la riquísima cerveza de los hermanos Terren, un cocktail, una soda de la casa, o simply sweet tea), se los dan en el momento para ir llevando a la mesa. Ya sentados, relajen y disfruten de la música (un poco de blues, otro poco de jazz) mientras Liza (el corazón indiscutido de NOLA, siempre en el centro de la cocina y a la vista de todos) se encarga de ponerle mucha onda y toda su impronta del sur de Louisiana a cada plato que prepara.
Round 1: Picada de Mollejas
La voz de Liza llamándonos a retirar nuestro primer plato fue un canto para nuestros oídos. Pedimos una picada de mollejas fritas, que venía acompañada por unas hojas de rúcula y cubierta con cebolla pickle y alioli de ajo asado. Comimos un bocado cada uno. Nos miramos. Fijo nos miramos. Con los ojos BIEN abiertos nos miramos. No podía ser LO RICAS que estaban esas mollejas. Comimos más. Y más. No decíamos nada porque no queríamos desperdiciar energías una acción que fuera diferente a comer. Y nunca sentimos tanta tristeza como cuando alcanzamos el fondo de la cazuela. Le dimos un sorbo a nuestro frasquito de soda de la casa (con miel y jengibre) y nos preparamos para la tanda que venía.
Round 2: Pollo Frito & Gumbo (o la historia de cómo aprendí a amar la comida picante)
El pollo frito (pata & muslo) lo pedimos en combo con una pinta, en este caso una Golden Ale rubia y fresquita. La guarnición, una especie de coleslaw, ayudaba a cortar un poco el picante (moderado) propio del rebozado. Todo iba perfecto, hasta que arrancamos con el GUMBO, un guiso cajún con chorizo picante, pollo y arroz al vapor. ¿Sabíamos que la comida de NOLA iba a ser picante? Si, lo sabíamos. ¿Sabíamos que iba a ser TAN picante? La verdad que no. Y junto con el segundo bocado nos empezó a subir un calorcito a la boca que para qué contarles. Yo no crecí comiendo cosas picantes (creo que lo más picante que probé antes de alcanzar mi adultez fue el pimentón), y si bien con el correr de los años fui elevando muy gradualmente mi tolerancia, no puedo decir que es algo de lo que este especialmente orgullosa. Bueno, este gumbo fue la comida más picante que comí en mi vida y que, a pesar de eso, no dejé de comer. Por el contrario, y como una adicta, no podía esperar a dar una cucharada más al bowl para seguir disfrutando de ese pollo que se deshacía en hilitos, del chorizo colorado y del arroz esponjoso, por mucho que tuviera la boca on fire. Bendito sea el bollito de pan casero que vino junto al gumbo y que tanto ayudó en los entretiempos. Lo mismo la cervecita, y eso que no soy fan.
Nunca imaginé que podía aprender a tolerar tanto picante en mi comida y -mucho menos- que pudiera llegar a encantarme. Gracias Liza por llevar mi paladar al siguiente nivel. Estoy chocha!
Round 3: Blueberry + Pecan Pie
Y que mejor para terminar esta montaña rusa de sensaciones que pedir dos tarteletas de postre, una de arándanos (la Blueberry Pie) y una de nueces pecan (la Pecan Pie), con chocolate amargo, naranja y un toque de bourbon. Ambas tenían en común una masa finita y crocante -hecha a base de buttermilk– y estar deliciosas. Tanto amamos la pecan pie que, además de la que comimos ahí, nos llevamos otra (y otra) para seguir la joda en casa. No tengan dudas que en breve estaremos intentando replicarla para el blog. Stay tuned.
Para todos aquellos amantes de la comida picante y con personalidad (en realidad, para todos aquellos amantes de la comida y punto) les recomendamos acercarse a NOLA y dejarse convidar con una generosa porción de la gastronomía cajún. No se van a arrepentir.
We dance even if there’s no radio. We drink at funerals. We talk too much and laugh too loud and live too large and, frankly, we’re suspicious of others who don’t.
Dead in Attic: Post-Katrina Stories, by Chris Rose
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