Comer Afuera

Estaba esperando una oportunidad para conocer este barcito en Colegiales luego de haber leído distintas críticas positivas pululando por la interné: “simple y rico” (Wasabi, Planeta Joy), “una casa divina con el pequeño patio al frente” (BA Inspiration), “ubicada en una cuadra de Colegiales que no puede más de árboles y que huele a barrio” (Mapas de Buenos Aires), y que “ofrece comidas con ingredientes frescos y buenas combinaciones” (Ricos Lugarcitos).
Así fue que, cuando Ale me aviso que almorzaríamos con su familia el pasado lunes feriado, me apresuré a sugerirlo como opción, esperando poder saldar la deuda pendiente que tenía con mi curiosidad.
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¿Cómo llegamos a Pani? Un ratito después de publicar la nota de nuestro paso por Pipí Cucú, recibí un mensaje por fbook de mi amigo tandilense a tiempo completo, Enrique Eliçabe, quien de forma muy acertada supuso que este lugarcito estilo shabby chic nos podría llegar a interesar.
Nuestra primera visita fue exactamente 2 días antes de este almuerzo en cuestión, pero –por circunstancias que aún no nos quedan demasiado claras– justo en ese momento no contábamos con nuestra camara para poder fotografiar las cosas que pedimos. La verdad es que nos gustó tanto TANTO el lugar y nos pareció TAN RICA la comida, que nos vimos en la obligación de volver por más, intentando en ese acto salvaguardar nuestro honor como buenos cronistas-gastronómicos-to-be que hoy somos.
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El día que conocimos Möoi salimos de casa bañados por los rayos del impiadoso sol de mediodía dominguero, para llegar al lugar bañados por las aguas de una tormenta terrible que jamás vimos venir. Por suerte, durante el tiempo que duró nuestro almuerzo en Möoi fuimos reconfortados con mucha comida rica y con un ambiente de esos que nos gustan tanto.
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Hace un par de sábados atrás nos dieron ganitas de almorzar fuera de casa y pensamos que podía ser una buena oportunidad para hacer caso a la recomendación de Moni (la mamá de Ale) y conocer Pipí Cucú, un restaurant ubicado en el frente de una de las entradas del histórico pasaje General Paz, en el barrio de Colegiales.

El lugar es encantador y me recordó bastante a los bistrós parisinos que tuvimos la oportunidad de conocer durante nuestro viaje: muy cálido y con un aire entre rococó y kitsch, desde la decoración de las paredes (unos pizarrones con dibujos en tiza que cambian por temporadas) hasta la vajilla antigua y toda diferente entre sí.
Curiosamente, el clima que nos acompañó distó de ser caluroso para casi confundirse con un mediodía otoñal digno de abril. El cielo nublado y una fina llovizna fueron el backstage ideal de un almuerzo muy especial.

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No hace mucho que Ale y yo descubrimos este lugarcito super amigable en Cañitas.
Lo cierto es que nos queda bastante cerquita de casa (lo suficiente como para ir caminando y en ojotas) y creemos que es una bonita opción para encarar las calurosas noches de verano a pura patata brava, limonada y decoración retro naif.
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