Entrar en PL Deli Café es como entrar en una típica cafetería hipster de Brooklyn. Hay una simpleza encantadora en la luz natural y en la madera clara que revisten el salón principal, que se abre paso detrás del mostrador que se ve desde el frente. El cemento alisado y el hierro negro son otros dos materiales que afloran en su jardín de 300 m2, uno de los más lindos de Palermo.
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brunch
No estoy segura en qué momento de los últimos meses me volví loca con el tema de las tartas. Fue una obsesión que llegó a mi vida de sopetón, y a la que me entregué con un poco de miedo y bastante placer culposo.
De un día para el otro, me compré The Hoosier Mama Book of Pie en secreto -como esas travesuras que uno hace de chico- para archivarlo en el fondo del placard y nunca desempaquetarlo. Un poco (me dije) por no encontrar el tiempo, y otro poco por pensar que no tenía chance de que me saliera bien. El empujón que faltaba llegó dos semanas después, cuando Ale me regaló Martha Stewart’s New Pies and Tarts. Ese mismo sábado, ya con mis dos libros nuevos sobre la mesada de la cocina (eventualmente tuve que blanquear el otro) y con toda la determinación que pude juntar, me animé a hacer mi primera masa de tarta (aplausos, por favor!).
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La primera vez que visitamos La Alacena fue hace ya dos años. Desde aquel día, hemos vuelto a esta esquina de Palermo en muchas oportunidades y siempre comimos riquísimo. ¿Por qué no, entonces, compartirles algunas de nuestras experiencias más recientes en “lo de las chicas”, como ya las conocen en el barrio?
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Desde aquel primer mordisco que le dimos a la Pecan Pie que Liza Puglia prepara en NOLA, nos cambió la vida para mejor. Y no lo decimos sólo por las muchas veces que volvimos a comprar otra más (y otra), como adictos en pleno sugar rush, sino porque lograron ponernos manos a la obra en casa -en contra de todo raciocinio y de nuestro gusto natural por lo salado- ya que no podíamos pasar ni un minuto más sin volver a probarlas.
Una locura esas tartitas, nos volaron la cabeza!
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Un día maravilloso cruzamos nuestro camino con esta receta que, bajo el nombre de “Dutch Pancake” (panqueque holandés) o “Pannekoeken”, enseguida supo llamar nuestra atención. Un poco por la forma en que se veía el plato terminado en las fotos (“¿quedará ASÍ de inflado?” nos preguntamos, y obviamente tuvimos que comprobarlo), y otro poco porque no pudimos evitar sentirnos atraídos por el gerundio que la acompañaba (a esta altura estimo sabrán que tenemos una fijación con Amsterdam y todo lo que gire a su alrededor). You had me at “dutch”.
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Llegamos tempranito, como dios manda, arremangados y bien dispuestos para ayudar con lo que fuera necesario.
Alan ya estaba a full con su mega cámara, capturando el mejor perfil de los muffins de banana, mientras Vale batía sin pausa la mezcla de huevo para sumergir las rodajas de pan que en breve se transformarían, como mariposas, en pintorescas french toast.
Sin perder el tiempo, dejé a bebito feliz con sus juguetes y me puse a sacar el relleno de la salchicha parrillera que esperaba solita sobre la mesada, para luego pasarle la posta a Ale, que se encargó de saltearlo en su propia grasa hasta dejarlo doradito y brillante. Casi como coordinados por un director de orquesta invisible, todos cambiamos nuestras posiciones en perfecta armonía: Alan pasó de las fotos al armado del yogurt parfait, Vale de las french toasts a los english muffins, Ale del salteado al bebito, y yo, del bebito a los mini churros. Todo el departamento parecía una gran cocina de restaurante, en donde cada uno se improvisó una estación de trabajo para hacer su parte en este brunch que pintaba tremendo.
No caben dudas de que había equipo.
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Recuerdo que, cuando era pequeña, hablar de huevos revueltos para el desayuno era algo propio de las películas yankees o de los desayunos americanos que se ofrecían en los hoteles de categoría durante las vacaciones.
Hoy en día, los huevos revueltos se constituyen un clásico infaltable en todo brunch que se precie de tal, así como un almuerzo sencillo y rápido de preparar cuando no contamos con muchas cosas en la alacena de casa con las que improvisar algo.
Si bien con tan solo 3 huevos, un poco de manteca y algunas rodajas de pan estamos más que en condiciones de salir del paso, también podemos hacerlo más interesante si agregamos a la ecuación un poco de salmón ahumado como nos sugiere Jamie en la versión que hoy preparamos para ustedes.
Una de las actividades domingueras que más disfrutamos con Ale es la de salir a brunchear bien cerdo style. Es por eso que no podíamos dejar de dedicarle un post a la propuesta con la que nos convidó Hernán Gipponi en su restaurante en el Fierro Hotel y que fue de las mejores y más originales que probamos en el 2013. ¡Bomba!
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