Hace ya 25 años, Jurriaan van der Reijden tuvo una idea: abrir un restaurant en el Jordaan al que bautizaría Moeders (“madres”) para compartir con sus comensales todo el sabor de la comida típica holandesa. Pero el homenaje no se quedó sólo en el nombre. Más de 2000 fotos cubren las paredes del lugar (baños inclusive), volviéndolo un excéntrico altar viviente que aún hoy recibe con gusto las contribuciones de sus visitantes. La vajilla -toda diferente entre sí- se compone de los aportes de los primeros clientes del restaurante, incentivados por Jurriaan a traer consigo un plato, cubiertos y una copa de vino de la alacena de sus madres. Todos estos detalles hacen a una estética de rejunte bastante kitsch y acogedora, volviéndose un lugar como ningún otro que hayamos visitado durante nuestro viaje.
Un dato para tener presente es que en Moeders las porciones no son joda. Esto es cocina 100% “como en casa”, tal y como te la servirían tu mamá o tu abuela si vivieran en cualquier rincón de Holanda y las fueras a visitar un domingo. Nada de platitos fancy -simétricos y mínimos- que resultan perfectos para fotografiar. Acá hablamos de cantidades abundantes de comida, de esas que requieren desabrochar el primer botón del pantalón (tal vez incluso el segundo) y no planificar nada para después de la comilona, más que una buena siesta. Nosotros, precavidos, fuimos para la hora de la cena y de ahí derechito al hostel a dormir hasta el día siguiente.
Que pedimos
Ale se tentó con las Mothers Spare-ribs, unas costillitas de cerdo que se deshacían en la boca ni bien morderlas, y que llegaron a la mesa acompañadas por un bowl de puré de manzana, una ensalada de repollo blanco (tipo coleslaw y de la que me terminé adueñando), una porción de papas fritas cortadas en bastones gruesos (apenas doradas y bien esponjosas por dentro), y salcitas varias para adicionar a las ribs, a las papas, o a las dos, que fue lo que hicimos nosotros.
En mi caso, y después de mucha incertidumbre (no saben la cantidad de cosas que había para pedir), elegí el plato más tradicional que pude encontrar: el Hotchpotch (no tengo ni idea si hay alguna forma de traducir esto al castellano), que incluía una buena ración de puré de papas mezclado con verduras (el famoso stamppot holandés), una (flor de) salchicha, una albóndiga y panceta. Un despropósito de plato que no tuve ni chances de domar, pero que valió la pena el esfuerzo de intentarlo.
Cuenta la leyenda que existieron viajeros valientes cuyo apetito voraz les permitió llegar al postre… y pedirlo. Por mucho que nos avergüence reconocerlo, nosotros no podemos contarnos entre ellos (soldado que huye sirve para otra guerra…), pero si alguno de ustedes se va hasta allá, se embarca en la hazaña y vuelve con vida para contarlo, lo instamos a inmortalizar su experiencia en los comentarios, como para probar que los rumores no son verso.
En cuanto al precio, si bien no nos resultó exagerado para lo bien (y lo MUCHO) que comimos, no esperen gastar menos de 25/30 euros por persona (sin postre, como les conté antes). El plato del día ronda los 15 euros. También ofrecen un menú de 3 pasos (entrada, principal y postre) que va de 25 a 35 euros, pero a nosotros nos pareció demasiada comida y optamos por una opción más reducida. Ideal si van con reserva, porque en hora pico se llena a tope -incluyendo la terraza y las mesitas que tienen afuera con vistas al canal- y sería una pena llegar hasta ahí para quedarse con las ganas de conocerlo.
La perlita
Haber planificado nuestra visita a Moeders previo al viaje nos permitió llevar una foto de nuestras mamás para dejar en este rincón tan especial del mundo, que ahora cuenta entre su staff infinito de madres con las imágenes de las dos mujeres más especiales de nuestras vidas.
Rozengracht 251. Amsterdam, Holanda. | |
+31 20 626 79 57 | |
info@moeders.com | |
Abierto todos los días, de 17 a 01hs. La cocina está abierta hasta las 22.30 hs. |
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