Kon Kon

“Hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir”.

Así lo tuve a Ale durante meses. Claro, él lo tiene tan cerca de su laburo que viernes de por medio se almuerza algo ahí y después me hace sufrir contándome lo rico que estaba todo. Suertudo.

“Hay que ir y tenes que probar el guiso mapuche que hacen. Te va a encantar”. Hablaba del kon-kon y no se equivocaba. Fue de lo más rico que probé en las últimas semanas. Además de cordero, le ponen zapallo cabutia, merkén -una especie de ají molido ahumado picante chileno- vegetales y una tapa de hojaldre. El quid de la cuestión está en las 12 horas que la carne pasa durmiendo en el horno de barro. Y pensar que después de tanto amor me lo zampé sin miramientos en menos de 5 minutos.

Kon Kon abrió sus puertas al público en junio del 2015, después de casi 10 meses de gestación. La decisión de que la cocina fuera sólo a leña complejizó el armado del local, estirando los tiempos de apertura más de lo previsto. Pero tanto esfuerzo dio sus frutos, y hoy son los sabores que alcanzan con esa forma de cocinar los que se vuelven su marca distintiva.

Pablo Abramovsky tiene 38 años, cocina hace 22 y se formó en diferentes escuelas. Su base más fuerte es francesa, pero el tiempo que vivió en el medio oriente también supo dejar su impronta. Combinar la carne argentina con técnicas propias de la cocina francesa y con ingredientes del medio oriente dio como resultado el interesante cambalache culinario que se puede encontrar en Kon Kon: shawarma a las brasas, hummus, falafel, hamburguesas con queso parrillero y huevo a la plancha, guisos invernales, bondiola con cebollas al curry, pollo ahumado con cebollas y tomate, o con queso parrillero y chucrut, por sólo contarles algunas. Hacen también unos riquísimos panes caseros cocidos en el horno de barro. Los hay de calabaza, vieneses o focaccias. Algunos salen para acompañar sus preparaciones (el de las hamburguesas, por ejemplo) y otros para llevar y disfrutar en casa.

Sobre el origen del nombre, Pablo nos contó que Fernando Procupez -su socio- le tiró unas cuantas palabras en mapuche (es fanático de esa cultura) hasta que coincidieron en “Kon”, que significa vigía o centinela. El doblete, Kon-kon, es un pucherazo mapuche con carne de cordero. La reversión de este plato se volvió un clásico de su carta de invierno.
En el caso del shawarma (uno de sus hits), la mezcla de cortes que usan es un clásico: bola de lomo, nalga y cuadrada. Marinan la carne un día entero en agua, vinagre, especias y algún secretito más, y de ahí derechito a las brasas en la espada, como corresponde. Trae además muhammara (una salsa de pimientos muy similar al hummus), cebolla, tomate fresco, yogurt con ajo asado, sésamo & lima. Sale con papas fritas o al horno.
La hamburguesa de la casa (también incluida en este post) la hacen con bife de chorizo y roastbeef, más algunas especias secretas. El pan es casero, hecho con masa madre y cocido en el horno de barro. Viene con queso parrillero, huevo a la plancha, tomates confitados y mayonesa de ajo asado & chili, bien picosita. Se puede pedir con batatas al horno o con papas fritas de doble cocción.

Cada plato de comida está marcado por el perfume de las especias y de la madera con la que alimentan el fuego que da vida a Kon Kon. ¿Nuestro veredicto? Comida al paso pero con alma, de esa que te deja satisfecho y sonriente, sin romperte el bolsillo.

“Hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir-hay-que-ir”.