buenos aires

Mediodía de sábado, post caminata.
Entramos a Be Frika y nos sentamos en una mesita esquinera, junto al ventanal.
Sin perder tiempo, nos dispusimos a repasar la interesante variedad de hamburguesas gourmet tamaño “tini-mini” que ofrecía el menú. Flotaba en el aire un delicado aroma a carnita a la plancha y sonaba de fondo el hitazo de los 80 You Spin Me Round (Like A Record).
Mejor, imposible.
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Cuando Ale se enteró de Supershanthi por nuestro amigo Martín, enseguida se dió cuenta que la propuesta cerraba por todos lados: una suerte de resto puertas adentro en una elegante casona en el barrio de Colegiales, ofreciendo un rico menu de comida india en un clima intimo, con musica de oriente en vivo y todo. El chef, Stephen Thayalan, es un amigo de Martín recién llegado de Bangalore dispuesto a compartir sus deliciosas creaciones con amigos y con extraños con ganas de hacerse amigos.
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Estaba esperando una oportunidad para conocer este barcito en Colegiales luego de haber leído distintas críticas positivas pululando por la interné: “simple y rico” (Wasabi, Planeta Joy), “una casa divina con el pequeño patio al frente” (BA Inspiration), “ubicada en una cuadra de Colegiales que no puede más de árboles y que huele a barrio” (Mapas de Buenos Aires), y que “ofrece comidas con ingredientes frescos y buenas combinaciones” (Ricos Lugarcitos).
Así fue que, cuando Ale me aviso que almorzaríamos con su familia el pasado lunes feriado, me apresuré a sugerirlo como opción, esperando poder saldar la deuda pendiente que tenía con mi curiosidad.
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¿Cómo llegamos a Pani? Un ratito después de publicar la nota de nuestro paso por Pipí Cucú, recibí un mensaje por fbook de mi amigo tandilense a tiempo completo, Enrique Eliçabe, quien de forma muy acertada supuso que este lugarcito estilo shabby chic nos podría llegar a interesar.
Nuestra primera visita fue exactamente 2 días antes de este almuerzo en cuestión, pero –por circunstancias que aún no nos quedan demasiado claras– justo en ese momento no contábamos con nuestra camara para poder fotografiar las cosas que pedimos. La verdad es que nos gustó tanto TANTO el lugar y nos pareció TAN RICA la comida, que nos vimos en la obligación de volver por más, intentando en ese acto salvaguardar nuestro honor como buenos cronistas-gastronómicos-to-be que hoy somos.
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El día que conocimos Möoi salimos de casa bañados por los rayos del impiadoso sol de mediodía dominguero, para llegar al lugar bañados por las aguas de una tormenta terrible que jamás vimos venir. Por suerte, durante el tiempo que duró nuestro almuerzo en Möoi fuimos reconfortados con mucha comida rica y con un ambiente de esos que nos gustan tanto.
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