Afuera llovía. Jodido llovía. El ambiente estaba tan húmedo que lo sentías adherirse al cuerpo como una tela. Pero incluso todo pegoteado y vestido de su mejor gris, el día no podía más que sonreirnos: estábamos de vacaciones, teníamos abuelos dispuestos a cuidar del peque y había una mesa para dos esperándonos en La Alacena. Nos tomamos un taxi que, sin necesidad de indicaciones y en menos de 15 minutos, nos dejó justo en la puerta (ahí en la esquina de Gascón y Honduras), para no mojarnos.
Ni bien cruzar el umbral, la voz prodigiosa de Ray Charles nos tomó de la mano y nos acompañó hasta la mesa. Hit the road Jack, and don’tcha come back, no more, NO MORE, no more, no more.
El lugar es sencillo y muy amable a la vista. Su frente vidriado deja pasar bastante luz natural, volviéndolo más amplio de lo que realmente es. Hay distintos niveles de estantes que exhiben vajilla artesanal de gres de la gente de ARDE Cerámica (tazones, platos, bowls, botellas –el mismo estilo que las que utilizan para servirte la comida), y unas tablas de madera clara que juegan a ser cuadros, colgadas sobre las paredes completamente blancas. Tres ramitas de canela y un buddha concentradísimo custodian una bandeja con medialunas, estratégicamente ubicadas sobre una barra que separa la cocina (a la vista) del salón. El aroma del pan casero recién salido del horno y el crujir de su crosta rústica mientras lo cortaban en rodajas -en breve serían la base de unas deliciosas brusquettas- nos abrieron oficialmente el apetito.
Ya sentados en la mesa, y durante el lapso de tiempo que nos llevó ponernos de acuerdo en qué pedir, no hubo plato que saliera de esa cocina que no se viera maravilloso. Queríamos probar TODO. E hicimos lo mejor que pudimos.
Para entrar en calor, empezamos por las brusquettas. La que más nos tentó fue una de Paté de Higaditos de Pollo con hinojos a la parrilla, alcaparras y salvia frita. La segunda mejor, una de espárragos, queso pecorino, manteca quemada, almendras, hierba buena y chips de ajo, justo no estaba disponible para ser pedida (volveremos por ella!). Poco tardamos en recalcular como el GPS y reemplazarla por otra de Jamón Crudo, ajo asado, tomate, oliva y albahaca frita. Una de las brusquettas la pedimos en combo con un Aperol Spritz. Para no ser menos, Ale acompañó la suya con una Amstel. Cuando llegaron a la mesa, su tamaño mucho muy grande nos apabulló (¿qué pasa yankee?). El paté estaba buenísimo, y combinado con el sabor ligeramente anisado del hinojo a la parrilla sabía aún mejor. La de jamón crudo era muy rica también, pero un poquito más de esa albahaquita frita por metro cuadrado no hubiera estado nada mal.
Por ser mediodía de un día de semana, pegamos la promo almuerzo (golazo): un prensatti + papas y bebida. Ale se pidió uno con Tagliatta de ternera, romero, aioli, rúcula y parmesano y recibió un generoso sandwich prensado a la chapa de hierro, relleno de carne jugosa y parmesano derretido, más un bowl de unas papas fritas que estaban excelentes. Todo estaba saliendo muy bien.
Párrafo aparte voy a dedicar a mis pastas, que fueron de lo mejor que me pasó en los últimos tiempos: unos Pappardelle caseros con pesto de albahaca, queso mascarpone casero, nueces de pecán y limón. POR DIOS mis pastas. Cada detalle de ese plato era perfecto. Lo primero que pude percibir fue esa fragancia cítrica que desprendía la ralladura de limón. Los sabores del pesto y de las escamas de parmesano no se quedaron atrás. El punto de cocción de los pappardelle era un al dente de podio. ¿Les dije alguna vez que las pastas acompañadas con algún crocante son mi debilidad? Se imaginarán entonces que las nueces de pecán fueron la frutilla de mi plato. El mascarpone casero cerraba con su suavidad este círculo perfecto. Estuve a punto de enterrar la cara bien en el centro de tanta cosa rica y quedarme ahí para siempre, pero Ale me llamó a la cordura. Todavía me arrepiento de haberlo escuchado. El bonus track fue una rodaja de pan de campo tostada con la que tuve el placer de limpiar el plato por completo.
Después de semejante almuerzo, era difícil que el postre pudiera seguir el ritmo. O al menos eso pensamos hasta que nos trajeron la carta por segunda vez. Fue amor a primera vista: Queso Cuatirolo “Juan Grande” con Zapallos en almíbar caseros. Con lo acostumbrados que estamos en casa a comer queso y dulce (sin dudas nuestro postre favorito), esta reversión del clásico vigilante nos sorprendió gratamente. La consistencia semi blanda del queso y ese gustito apenas acidón resultaron la pareja perfecta para los cubitos almibarados de zapallo, de una textura mucho más crocante de la que esperábamos.
La Alacena es de esos lugares de comida honesta y sin tanta vuelta que nos encantaría tener a una distancia caminable de nuestra casa para volver, volver y volver. ¡Hey Julieta Oriolo y Mariana Bauzá! ¿Para cuando una sucursal en Belgrano…?
Gascón 1401 (Palermo) | |
4867-2549 | |
laalacenacafe@gmail.com | |
Abierto de Lunes a Viernes, de 8.30 a 19hs. Sábados de 10 a 18hs. Domingos de 10 a 16hs. |
|
La Alacena en Guía Óleo | |
La Alacena en TripAdvisor |
No Comments